Semblanza de Claudio Amor, por Juliana Udi
- At 12 mayo, 2014
- By Editor
- In Notas de Actualidad
Claudio Oscar Amor (1960-2014) dio sus primeros pasos en la filosofía política de la mano de Carlos Santiago Nino, con quien tuvo el corto vínculo que permitió la muerte, también prematura, de Nino, pero que aún así marcaría de modo indeleble su derrotero intelectual. Claudio se doctoró en la Universidad de Buenos Aires con una original tesis sobre el principio de la diferencia de John Rawls aplicado a la justicia intergeneracional. Desde entonces ha sido uno de los especialistas más destacados de Argentina en teorías de la justicia.
En sintonía con el legado de Nino, Claudio fue un defensor incansable del valor práctico de la filosofía. Con frecuencia introducía sus cursos advirtiendo a los estudiantes que él no se contaría entre las filas de los que, como Tales de Mileto, descuidan las cuestiones mundanas por concentrarse en otras demasiado abstractas. Coherente con esta idea, en sus seminarios sobre justicia distributiva procuraba aplicar las herramientas provistas por la filosofía a la reflexión sobre políticas públicas –en especial, sobre políticas educativas– o al análisis de casos reales de la vida pública local e internacional.
A pesar de su corta vida y su característico bajo perfil, hizo importantes contribuciones a la filosofía política y a la educación universitaria. Su carrera como docente e investigador se desarrolló centralmente en la Universidad Nacional de Quilmes, donde fue Profesor ordinario del Departamento de Ciencias Sociales. Durante muchos años fue también docente del Departamento de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires en el área de Filosofía Política. Asimismo, se desempeñó como Profesor visitante en la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, tanto en el grado como en el Doctorado. Era, sin dudas, un profesor extraordinario, con su estilo socrático de enseñar, su ánimo provocador, y su admirable agudeza para la crítica. Como todos aquellos que aman el pensamiento, no tenía resistencias en abandonar una posición cuando los argumentos así lo exigían y tenía el infrecuente talento de sacar lo mejor aún de las posiciones que consideraba equivocadas. La transmisión de ese principio democrático intrínseco a la discusión de ideas es parte del legado que deja a quienes lo conocimos en el marco del aula.
Probablemente a causa de su perfeccionismo, no fue un escritor especialmente prolífico. Pero esa misma cualidad perfeccionista, esa mente escrupulosa y detallista, lo destacó como un avezado editor, revisor y traductor en el sello editorial de la Universidad Nacional de Quilmes. En la Colección Política, bajo su dirección, se publicaron volúmenes con ediciones muy cuidadas (traducidas, anotadas y prologadas por especialistas locales) de filósofos políticos clásicos y contemporáneos como Locke, Mill, Kant, Jacobi, Herder, Mendelssohn, Rousseau, Aristóteles, Skinner y Bobbio. También fue miembro del comité editorial de la revista Deus mortalis y de la Revista Latinoamericana de Filosofía Política.
Además de poseer cualidades intelectuales excepcionales, Claudio era una persona generosa y cálida. Se fue un maestro y un amigo entrañable, pero dejando una huella imborrable en estudiantes, colegas y discípulos. Quedan la admiración, la gratitud y el profundo cariño de todos quienes tuvimos la fortuna de aprender de él y con él.