Justo antes del final: el adiós a Osvaldo Guariglia, por Manuel Reyes Mate
- At 18 octubre, 2016
- By Editor
- In Notas de Actualidad
El pasado día dos de mayo fallecía en Buenos Aires Osvaldo Guariglia a consecuencia de un cáncer apenas detectado dos meses antes. La noticia por inesperada resultó doblemente dolorosa. Los comentarios venidos de Argentina reconocen en él a “una de las personalidades más destacadas de la losofía argentina e iberoamericana”. Y así es a poco que se repase su historial académico: doctorado en losofía por la Universidad de Tübin- gen, becado por la Fundación Humboldt, investigador del Conicet, profesor de la Universidad Nacional de La Plata y de la de Buenos Aires y, sobre todo, presidente del Centro de Investigaciones Filosócas, institución a la que se sentía particularmente ligado, y que él contribuyó como nadie a desarrollar.
Especialista en filosofía antigua, fueron, sin embargo, los campos de la filosofía moral y política donde acamparon sus intereses. Inspirándose en Aristóteles y Kant volcó su reflexión en la búsqueda de normas morales universales que inspiraran la vida política real. En los últimos años situó su centro de interés en el estudio de la justicia, sobre todo en su dimensión internacional, abogando por reglas de comercio justas. En su mente estaba tanto la promoción de la democracia a escala planetaria como la defensa del tercer mundo, consciente de que la defensa de grandes principios no podía hacerse al precio de sacri car una parte real de la humanidad.
De entre sus numerosas publicaciones cabe destacar libros como Ideología verdad y legitimación (1986), Moralidad: ética universalista y sujeto moral (1996), La ética en Aristóteles o la moral de la virtud (1997), Una ética para el siglo XXI (2002) y En camino de una justicia global (2010). La muerte le sorprendió trabajando sobre la tradición de la democracia republicana, un texto que será editado póstumamente en la editorial Siglo XXI.
Con ser sólida su producción científica y brillante su vida académica, Osvaldo Guariglia era más que su obra como bien atestiguan sus muchos alumnos así como los amigos y colegas que le trataron. Hay que entender su bibliografía desde su biografía porque Guariglia tenía una personalidad que no dejaba a nadie indiferente. Siempre dispuesto a aventuras ambiciosas, se podía contar con su generosa contribución cuando rmaba el compromiso. El Instituto de Filosofía pueda dar fe de ello. Estuvo de su lado desde el principio y se movilizó en su defensa cuando a mediados de los noventa les dio la ven- tolera a los políticos del momento de poner en duda su existencia.
La Enciclopedia Iberoamericana es uno de esos ambiciosos proyectos en los que dejó huella su personalidad humana y académica. Osvaldo era uno de los participantes de aquel Congreso de Filosofía de México, presidido por Juliana González, que tuvo lugar en Toluca en el año 1987. Allí cuajo la idea de que había llegado el momento de emprender algo juntos. Otros, nuestros maestros, habían hecho ya un largo camino y los allí presentes entendimos que había llegado la hora de dar forma a la creación de una comunidad iberoamericana de filosofía. Había que crear un proyecto que nos convocara y ese fue el origen de la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía. No resultó difícil ponerse de acuerdo en el hecho de que el proyecto debería sustentarse en tres institutos de filosofía hermanados avant la lettre por preocupaciones compartidas. Eran estos el Instituto de Investigaciones Filosóficas de México, el Centro de Investigaciones Filosóficas de Buenos Aires y el Instituto de Filosofía del CSIC de Madrid, dirigidos a la sazón por León Olivé, Osvaldo Guariglia y Javier Muguerza, respectivamente. Un año después León Olivé y Osvaldo Guariglia fueron invitados por el Instituto de Filosofía para una sesión de trabajo en Madrid y allí quedaron jadas las líneas maestras del nuevo proyecto.
La Enciclopedia ha tenido la suerte de contar con el trabajo entusiasta de lo mejor del mundo losó co hispano y lusoparlante. Pero obligado es reconocer que el de Osvaldo Guariglia ha sido excepcional. En las largas sesiones de trabajo del Comité Cientí co Guariglia hacía valer sus conocimientos a la hora de fijar temas y designar coordinadores. Notable era su tenacidad a la hora de proponer y defender candidaturas de nombres argentinos, una actitud que sin duda ha enriquecido a la Enciclopedia.
Siendo alguien situado en el ala más universalista de la losofía hispanohablante -y, por tanto, prevenido respecto a todo planteamiento latinoamericanista de la misma- entendió la necesidad y la importancia de promover la comunidad iberoamericana de filosofía, así como de un pensar en español. Porque tan cierto como que la razón no tiene patria es el hecho de que hoy la industria cultural, nos presenta, como trascendiendo el tiempo y el espacio, un tipo de racionalidad muy particular que habla inglés. Había que armarse, aunando fuerzas, y esa idea impulsó la organización de los grandes Congresos Iberoamericanos de Filosofía. Prueba de la importancia que Osvaldo los atribuía fue su constante y activa presencia en todos ellos: en Cáceres-Madrid, en Lima, en Medellín, en Santiago de Chile, por no hablar de aquellos otros, llamados sectoriales, que tuvieron lugar en Alcalá de Henares, Puebla o Morelia. Con su presencia quería expresar el carácter ibero-americano del encuentro y también su vocación intergeneracional. Quería dar la mano a los que venían detrás para conformar el patrimonio común del que nutrirse en el día a día. Del paisaje de aquellos encuentros formaba parte su presencia afable, sus sonoras carcajadas y su disponibilidad para tomar decisiones cuando las cosas se atascaban.
Lo que nadie preveía es que todo ese ejercicio de solidaridad intergeneracional fuera el anuncio de un relevo generacional. Porque con su inesperado fallecimiento se produce un cambio de testigo. Quienes se formaron en sus seminarios, quienes compartieron sus investigaciones, quienes admiraron su escritura, tienen ahora la tarea de continuar su obra, enriquecerla con su propio trabajo y transmitirlo a quienes vengan después. Alguien ha dicho que la cultura es una carta escrita a los descendientes. Cada uno de nosotros recibe una, que es como la tarjeta de visita, y se pasa la vida escribiendo otra para abrir el tesoro al que la lea. En esa cadena de escrituras, la letra de Osvaldo Guariglia ocupa un lugar de honor.
Aunque toda muerte es inoportuna, la de Osvaldo lo es en un sentido nada tópico. En la primavera del 2015 dibujamos, mientras almorzábamos en Buenos Aires con Maricarmen y Tere, un escenario para próximas actuaciones. Estaba a punto de aparecer el penúltimo volumen de la Enciclopedia, La Filosofía iberoamericana del siglo XX. Filosofía teórica e historia de la losofía. Y estaba listo para la imprenta el último, dedicado a los temas prácticos de la filosofía del siglo veinte. Pensábamos que procedía una presentación en Madrid, Buenos Aires y México de esta obra monumental, iniciada hace treinta años. Repasamos la lista de los miembros del Comité Académico original que habían fallecido. Eran muchos, entre ellos los argentinos Carlos Alchourrón y Ezequiel de Olaso que con él y Ernesto Garzón habían representado a la filosofía argentina. No podíamos presentar la obra sin tener en cuenta a los que ya no estaban porque si para los antiguos la patria de uno es el lugar en el que están enterrados los antepasados, para nosotros la presencia de sus nombres en las páginas de la Enciclopedia nos obligaba a tenerles doblemente presentes: como autores que fueron y por el vacío que dejaron. Lo que nadie podía imaginar es que Osvaldo se fuera sin llevarse bajo el brazo un ejemplar del último volumen, el que está a punto de salir. Tenía que haber esperado. No se levanta uno de la mesa antes de que acabe la partida.
(Publicado originalmente en Isegoría 54 (2016): 363-372)