El debate presidencial 2015: la gran final, por Santiago Gallichio
- At 17 noviembre, 2015
- By Editor
- In Notas de Actualidad
El primer debate presidencial de la historia argentina se presentó como un paso muy determinante para la elección final. Macri llegaba con una importante ventaja pero Scioli tenía la mejor campaña para la segunda vuelta: una campaña de confrontación que agita temores arraigados en los argentinos. Volver a los ’90, a la devaluación, al ajuste, al FMI, etc.
Contrarrestar esa estrategia no lucía sencillo. Hasta ese momento, Macri había optado por no entrar en el barro y confiaba en que la ola del cambio resultaría imparable. Pero si los fantasmas que agitaba Scioli, sobre todo desde la segunda semana post electoral, que eran más precisos y no contaban con la intromisión de los más impresentables políticos kirchneristas, y que además eran movilizados por un Scioli recuperado anímicamente y muy bien enfocado en su tarea de candidato, lograban calar más hondo, muchos peronistas renovadores podrían terminar cambiando la seducción que les había generado Macri por el voto más seguro de Scioli. El objetivo icónico de esa posición política que busca seducir Scioli es el admirado dirigente renovador Roberto Lavagna, que había jugado la primera vuelta con Massa.
La discusión de este debate es lo más profundo que tuvo esta larga y superficial campaña: ahora sí la cosa se ponía interesante. Se enfrentaban las dos verdaderas corrientes políticas pragmáticas de estos años. Por un lado, la que busca representar Scioli y tiene en Lavagna al mejor símbolo. Interpretan que el gobierno de Kirchner fue exitoso y que Cristina lo malogró con su camporismo. Muestran los números de Kirchner y su ministro Lavagna y proponen volver a ese “paraíso económico 2003-2007”. Había: superávit fiscal, superávit comercial por alta competitividad, inflación en descenso, dólar estable, reducción del endeudamiento y acumulación de reservas. El mundo perfecto que tanto habíamos anhelado durante décadas.
Frente a este modelo, Macri representa otra forma de pensamiento. Para este grupo electoral, “los K” fueron un modelo de estatismo autoritario, corrupto y destructivo de la economía desde el inicio al fin, sólo que con un crecimiento de los vicios a medida que el poder avanzaba. Para ellos, no hubo dos modelos K, sino uno solo, pero de estatismo creciente. A Lavagna lo siguió Micelli-Moreno y a éstos, Boudou, y luego vino Kiciloff: un agravamiento de una misma concepción estatista cada vez más autoritaria.
¿Cómo se explican entonces las virtudes del primer Kirchner, según esta segunda posición? Es importante comprender esto para entender la discusión de fondo que Scioli intentó dar en el debate del 15, a saber: “¿Cómo sostiene Macri que podrá salir del cepo sin una brusca devaluación?” Lo que podría reformularse como “gradualismo vs. shock”.
Esta segunda posición que encarna Macri explica los éxitos de Kirchner-Lavagna de la siguiente manera: 1) el alto grado de capital acumulado en los “malditos ’90” gracias a las privatizaciones de servicios públicos quedaron ociosos tras la crisis de 2002; 2) la altísima devaluación posterior a esa crisis licuó el gasto público y generó el consecuente superávit fiscal; 3) la enorme recesión previa a 2002 impidió que esa devaluación pasara a precios en los primeros años; 4) el default de la deuda pública redujo los gastos fiscales e impidió nuevo endeudamiento, por quedar vedado el acceso a los mercados internacionales; 5) la alta presión tributaria derivada de la emergencia (retenciones incluidas) generaron la mayor presión tributaria de la historia; y 6) una exitosa política monetaria de metas de inflación. Todas las virtudes enumeradas anteriormente fueron producto de estas causas. Como se aprecia, ninguna de ellas fue mérito de las políticas de Lavagna, salvo la extensión del default y la posterior renegociación con alta quita. La política monetaria, por su parte, fue mérito de Alfonso Prat-Gay, curiosamente, el “cuco macrista” de hoy, el que habla del “dólar a $15”.
La pregunta económica de fondo del debate del domingo 15, si se hubiese formulado sinceramente, sería: ¿se puede repetir hoy una salida como la de 2003, “a la Lavagna”, como promete Scioli? La respuesta es: “claramente no”. No existe ninguna de las condiciones de 2003 porque no hay una crisis como la de 2002. Por lo tanto, se debe apelar a otra receta.
El problema de la campaña de Macri es que la mayoría de la gente adulta piensa que un
modelo “a la Lavagna” es el camino moderado más conveniente. Si fuera sólo por la cuestión económica y las propuestas de salida a esta crisis 2015, Scioli le ganaría a Macri. Aun cuando las propuestas económicas de Macri sean superiores, comunicarlas es mucho más difícil, porque existió la experiencia Kirchner-Lavagna, a la que se la juzga como “el paraíso económico perdido”. Todos los peronistas, pero también todos los radicales y socialistas, creen positivamente que esto es así. Considero personalmente que no están en lo cierto, por los elementos que ya expuse, pero ¿cómo se les explica esto en plena campaña? Las dificultades de Macri y su criticado “ocultamiento de economistas” están motivados en este estado de la opinión pública actual.
Salir del cepo
Ahora bien: esto no significa que las propuestas de Macri sean lo que dice Scioli que son, ni que tendrán las consecuencias que dice que tendrán. El cepo no es otra cosa que el capítulo cambiario de la política de Precios Cuidados. Otros capítulos son: las retenciones y los ROE a las exportaciones, los subsidios tarifarios, las DJAI a las importaciones, las prohibiciones a girar dividendos al exterior, etc. Todas ellas limitan precios y generan desabastecimiento de los productos. Por eso, se terminaron acabando las exportaciones, la carne, el trigo, el gas, el petróleo, la energía, las inversiones extranjeras… los dólares.
La verdadera causa de esta política generalizada es la emisión monetaria que, a su vez, se motiva en el exceso de gasto público. Evitar las consecuencias de la emisión es el propósito de todos estos cepos. Obviamente, si el nuevo gobierno no sigue con la emisión, no deberá seguir con los cepos. Pero el timing de todo esto, que es complejo, no puede ser un tema de campaña: está claro. Y hay activos muy importantes, como la confianza en un nuevo gobierno como el de Macri, que van a ayudar mucho en este desarme y muy probablemente terminen con un dólar mucho más bajo que el que se cree hoy en día. Pero esto habrá que verlo en la marcha y no pueden descartarse momentos de incertidumbre en el ínterin.
La pulseada estratégica entre Macri y Scioli en esta materia puede plantearse así:
Macri sabe que deberá afrontar turbulencias al inicio, pues para él el gradualismo es económica y políticamente inviable. En lo económico, se haría cómplice de un modelo que considera muy errado. En lo político, se arriesgaría a que “la bomba” explote en las manos de quien viene a desarmarla cuando ya haya transcurrido un tiempo suficiente para sindicarlo a él como el culpable. Por lo tanto, deberá afrontar el desafío de entrada y probar el temple de su equipo de gobierno. Confía en ellos, pero esto no sirve como promesa de campaña. Por eso, admitir su estrategia abiertamente puede generar temores.
Scioli cree que la estrategia de Macri es incorrecta y además peligrosa, pues confía en que se puede volver al paraíso gradualista de Lavagna. Por lo tanto, enfatiza las dificultades de la estrategia de Macri, provocando temor, porque evidentemente es más riesgosa que la propia… si la propia fuera viable. Lamentablemente, no lo es, pero la mayoría de los adultos argentinos de hoy cree que sí.
Por lo tanto: hay un riesgo no desdeñable en la salida de esta importante crisis actual. Es enormemente inferior a la crisis de 2002, por lo que las turbulencias serán altamente controlables y no deberían causar temor en nadie. Pero los argentinos más grandes, que son la mayoría de los votantes, por cierto, todavía recuerdan la crisis y el temor es una estrategia redituable. No le alcanzará a Scioli para ganar, a menos que sea el propio Macri el que se enrede en explicar con conceptos viejos, como los que propone Scioli, la crisis actual. En el debate presidencial, Macri no cayó en esta tentación y es fundamentalmente por este motivo que se lo considera el ganador.
Es un cierre de campaña sumamente interesante: ¡por fin! Tras tanto tedio proselitista de casi un año entero, el debate le puso climax a tan trascendente elección. Los dos candidatos realizaron perfectamente bien sus estrategias. Por ese motivo, quien tiene la gran ventaja del cambio tras más de una década de un gobierno socialmente extenuante como el que termina, sigue llevando las de ganar. No se equivocó, pero todavía quedan las horas finales. Un error de este tipo puede costarle lo que Macri tan admirablemente construyó estos años. Si lo logra, habrá dado vuelta una gran página de la historia que hará repensar todo el sistema político argentino. Nos aproximamos a la gran final. ¡A disfrutar!