Aprendiendo del COVID-19: el Fondo para el Impacto sobre la Salud, por Felicitas Holzer y Thomas Pogge


Vivimos a la sombra de la pandemia COVID-19, preocupados por nuestras familias y amigos. ¿Podríamos habernos anticipado a esta emergencia planetaria? ¿Podrían las prácticas sanitarias haber estado mejor preparadas para el brote?

Actualmente, la investigación y desarrollo comercial de nuevas drogas se fomenta mediante el régimen de patentes establecido por la OMC. Este sistema reconoce a los desarrolladores un monopolio de 10 años sobre sus productos. Durante ese lapso los laboratorios están protegidos de la competencia y pueden aumentar los precios de sus medicinas manteniendo el volumen de ventas.

Este esquema de incentivos genera tres graves problemas. El primero es que impide que muchos accedan a medicamentos cruciales, cuyo costo de producción es comparativamente bajo o insignificante. El saldo son millones de muertes anuales que podría evitarse sin grandes erogaciones.

Un segundo problema es que la regulación actual desvía la investigación de los objetivos prioritarios. Ese es el caso con las 20 enfermedades tropicales que la OMS considera más críticas: si bien estas patologías afectan a más de mil millones de personas, solo atraen el 0,35% de la inversión farmacéutica, pues sus potenciales beneficiarios no podrían afrontar precios fijados bajo el esquema de patentes.

El tercer problema es que el sistema estimula una investigación de menor valor terapéutico, ya sea el desarrollo de medicamentos “duplicados” para públicos de altos ingresos, o la comercialización de drogas dirigidas a pacientes que no siempre obtienen beneficios reales de su consumo.

Estos tres problemas podrían corregirse mediante el Fondo para el Impacto sobre la Salud (HIF), diseñado por nuestro equipo de trabajo en la ONG “Incentivos para la Salud Global” —“Incentives for Global Health”.

El HIF es un esquema de financiación paralelo al que los innovadores farmacéuticos pueden aplicar libremente. Si sus productos resultan efectivos en el tratamiento de enfermedades de alto impacto sanitario, los laboratorios son recompensados por el Fondo, siempre que accedan a vender sus productos al costo. El HIF ofrece así un canal de financiación alternativo para el desarrollo de drogas que mejorarían sustancialmente la situación de las poblaciones vulnerables.

El proyecto podría comenzar con un monto inicial de sólo 3.000 millones de dólares anuales. Esta suma, que surgiría de contribuciones voluntarias de los gobiernos, ayudaría a lidiar con enfermedades contagiosas masivas, evitando miles de muertes.

Tal vez más importante en el contexto presente, si el HIF ya estuviera funcionando dispondríamos ahora de conocimientos y mecanismos de intervención que nos permitirían combatir más eficientemente el COVID-19. La buena noticia es que podemos prepararnos mejor para pandemias futuras. Para más información, véase www.healthimpactfund.org/es.

(Publicado originalmente en Clarín el 6/5/2020 y reproducido con permiso de los autores).